viernes, 17 de diciembre de 2010

Gustavo Márquez Marín: La enfermedad como negocio

El motor que impulsa la industria farmacéutica, como en cualquier otra rama del capitalismo global, es la acumulación creciente e incesante de ganancias, realizables en un mercado de consumo que debe también expandirse a una intensidad y velocidad, correspondiente con la voracidad insaciable del capital. Esta lógica domina las relaciones de producción, distribución y consumo de bienes, que teóricamente están destinados a "erradicar y palear las enfermedades" que aquejan a la población mundial, pero que en la práctica coloca el lucro por encima del derecho a la salud y a la vida, al considerar al ser humano como un objeto desechable que solo es importante en tanto es un demandante efectivo de "medicamentos". Buena parte de las inversiones de los oligopolios farmacéuticos están orientadas al "marketing" y a satisfacer los patrones de morbilidad de los llamados países desarrollados, subestimando las necesidades de las 2/3 partes de la población mundial que habita los llamados países en desarrollo. Quizás eso explica en parte los relativamente pocos avances que ha tenido en los últimos tiempos la innovación en fármacos destinados a combatir por ejemplo la malaria, el mal de Chaga, la enfermedad del sueño o la tuberculosis, enfermedades endémicas de los países tropicales. En ese contexto, uno de los grandes desafíos del gobierno bolivariano en la construcción del Socialismo del siglo XXI, es impulsar una transformación profunda en la industria de medicamentos, con vista a lograr el manejo soberano y económicamente sostenible de este sector estratégico, para garantizarle a todo los venezolanos el acceso a la salud, a través de la construcción de una industria nacional de medicamentos innovadora, que acompañe la construcción del nuevo modelo de salud, fundado en la medicina preventiva y social, al servicio del pueblo. Es una tarea urgente la creación de un marco legal y de un conjunto de políticas que apalanquen esa acción transformadora, para erradicar la especulación obscena y la fuerte dependencia externa que hoy existe, para que la enfermedad deje de ser un negocio y sea la salud el propósito fundamental de esta industria.